La Coronación de Castelmezzano di Potenza, Basilicata
El poético relato de Iván Bortolin pone en perspectiva al lector, los sentimientos que despierta al turista el camino a las dolomitas de la Basilicata y cómo exacerba los sentidos y la imaginación su trayecto.
Alcanzar los dolomitas de la Basilicata es llegar siempre a tiempo para la coronación de un rey medieval. Uno se acerca lento, entre vaivenes y reverencias, porque así lo exige la cuesta de robles y encinas que escoltan por ley desde Potenza. Un camino con personalidad múltiple es el trayecto; abismos aleteando cerca del acompañante y bosques montañosos fisgoneando a conductor.
Pero así es como el rey subyuga al peregrino y lo obliga a llegar templado y humilde a su coronación. Entretanto Castelmezzano va estirando su espesor en fondo.
La atmósfera comienza a ser un aliento de basílica recién salido a predicar y el viejo rey, empecinado con la inmortalidad, sentado en un sagrario de piedra resalta bajo un baldaquino de cielo escarchado; entronado en un ábside hecho de tajo y hendidura este pueblito monarca es una guirnalda de perspectivas en fuga, un caleidoscopio de prismas tierrarena, un carrascal de casitas desobedientes a la gravidez.
Toca una trompeta de pura fantasía y se percibe como la corona diaria de tres puntas forjada de magnesio y calcio se posa con mansedumbre sobre la cabeza de este rey.
Castelmezzano vetó la fugacidad de los tiempos; Llegar una década antes o un siglo después es ver siempre la misma coronación. Todos días, cada mañana.
Iván Bortolin
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