Positano, Italia y sus Mares
“El recuerdo de la Italia de los años 60 y 70. El encuentro con un viejo y noble marino narrador de la leyenda de Ulises y las sirenas. El escape por el sendero de los Dioses y en encanto de Positano y el mar”.
Ver video⇓
Ver video⇑
HABÍA UNA VEZ…
RECUERDOS DE POSITANO
Siendo muy niño conocí por primera vez Positano, un lugar mágico, deslumbrante, animado como aquella Italia de las décadas de los 60 y 70, años fecundos de crecimiento, desarrollo y alegrías después de haber terminado la guerra, de sufrir la hambruna, las limitaciones y la depresión económica. Italia volvía a ponerse de pie con evidente energía, orgullo, osadía y vivacidad.
Mis padres habían preferido hacer la base de estadía en Amalfi, otra bellísima ciudad ribereña de la Costiera Amalfitana que, por su ubicación estratégica, permitía ir y venir arriba del entrañable e infatigable Fiat 600, una máquina, que nos hacía recorrer todas las atracciones cercanas con el agregado y la facilidad de poder estacionarlo en cualquier sitio sin mayores inconvenientes.
Sorrento, Vietri sul Mare, Maiori, Minori, Pompeya, Ravello y decenas de lugares fascinantes.
Pero fue Positano la que llamó mi atención gracias al extraordinario relato de un viejo y pintoresco marino alejado desde hace tiempo de sus aventuras por el mar.
Con la vista puesta en el horizonte del mar Tirreno me contó la leyenda de Ulises y las sirenas.
“Si hubo alguien capaz de resistir y desafiar el canto de las sirenas ese fue Ulises, Odiseo para los Griegos, el astuto, valeroso y aventurero mortal padre creador del caballo de madera que engañó a los Troyanos y consagró la victoria final de la coalición de los Aqueos. Fue por estas aguas que se hizo atar al mástil de su embarcación para escuchar ese canto y no caer en la tentación de llevar a su nave, y a sus marinos, a la destrucción. Circe, la bella hechicera enamorada, le había advertido a Ulises sobre el peligro de las sirenas. Su canto irresistible para los hombres conducía a la locura, a una pasión incontrolable, enfermiza, llevándolos a zozobrar contra las rocas, a tirarse de los botes para entonces morir devorados por las bestias.”
Ulises le dijo a su tripulación que debían llenarse el hueco de los oídos con cera a fin de no poder escuchar nada, él debería ser amarrado y que, viesen lo que viesen, no tenían que desatarlo por más que suplicara. Cuando llegaron hasta estas costas las sirenas comenzaron a cantar y a cantar hechizando a Ulises, pero no a sus marinos, logrando pasar sin sufrir ningún daño.”
Pero aquella prueba superada tendría consecuencias para las sirenas puesto que, si alguien sobrevivía a su encanto, una de ellas debía ser sacrificada y así fue. La venganza, la ira y el rencor de las restantes sirenas, y de otros seres siniestros convocados, fueron en persecución de Ulises y sus hombres quienes se vieron forzados a desembarcar y escapar por el desfiladero de la vida, la travesía de la sangre, el misterioso “Sendero de los Dioses”, hasta lo más alto de la cima.”
El viejo se dio la vuelta y señaló con su índice hacia lo alto, yo me quedé observando por un largo rato la escarpada colina tratando de encontrar aquella vía de escape por si aparecía, entre las rocas y el mar, alguna peligrosa sirena. Me hubiese encantado poder trepar la montaña pero, por aquel entonces, era demasiado chico como para poder hacerlo solo sin el permiso de mis padres.
Muchos años después tuve la oportunidad de regresar a la Costa Amalfitana, junto a dos muy buenos amigos, y regresó a mi memoria la narración en la voz ronca de aquel viejo marino, era el momento oportuno para cumplir con una asignatura pendiente, recorrer el Sendero de los Dioses y hacia allí nos dirigimos los tres.
El bus nos dejó en la pequeña villa de Bomerano, perteneciente a la comuna de Agerola, ubicada en lo alto de las montañas, desde allí desafiaríamos una bajada casi continua de nueve kilómetros por caminos de tierra, empedrados, rocas y desniveles más unos 1700 escalones desde el poblado de Nocelle hasta poder llegar a Positano.
Para ser franco el recorrido resultó bastante más simple que lo esperado, sin mayores obstáculos, cualquier persona en buen estado físico lo puede realizar, eso sí, por momentos hay que mirar dónde pisar porque una piedra, un escalón, un pastizal, podría jugarle al caminante, una mala pasada pero, si se baja con mínimos cuidados, no habrá problemas y la experiencia resultará inolvidable.
Las vistas de la costa, de ese mar de colores azules y turquesas, de las casas, torretas y campanarios salpicados sobre los montes, compensan con creces el calor, la transpiración y el esfuerzo.
Detenido para recuperar el aliento y disfrutar del azahar que llegaba desde los limoneros, observé el horizonte, los parpadeos del mar, la espuma en las rocas, Intenté hallar a la sirena, debía contarle la historia de un niño que no le temía. La busqué en el oleaje, entre los peñascos, bajo el manto protector de Neptuno.
Decidí cerrar los ojos un instante para dejarme llevar por su canto.
Alejandro Maruzzi
Ottima storia di Positano. Congratulazione.