Alejando Maruzzi, enviado especial ItM.
Recorre Italia yTurquía y nos cuenta la realidad del día a día en pleno rebrote de la Pandemia.
Día 1 – Julio 21/22 /2021 Partida desde Ezeiza y Arribo a Estambul
Con todos los preparativos, pasajes reactivados, trámites y papelerío en regla, partí al aeropuerto de Ezeiza, imaginando encontrarme con un lugar vacío, deshabitado, lejos de eso, las filas en los exteriores de la terminal “A” para poder ingresar a los mostradores del hall, serpenteaban entre cintas, soportes y cientos de personas con sus equipajes, en verdad no comprendía cómo era posible ver esa situación con tantas restricciones impuestas por el gobierno argentino, sea cual fuera lo conjeturado, aquello era una realidad palpable e ineludible controlada por personal de la PSA del mismo aeropuerto, vehículos policiales, personal de civil y empleados de las distintas compañías aéreas quienes permitían pasar sólo a aquellos que tenían sus papeles impresos y ajustados al orden que obligaba el gobierno. Por momentos tuve la amarga sensación de estar intentado cruzar el antiguo muro de Berlín en tiempos de la guerra fría.
Pasaron más de dos horas procurando ser atendido, finalmente, logré el objetivo no sin algún temor por si algún sello faltara sobre las copias, resoluciones y papeles que, morirían en cuanto atravesara la puerta del avión. Y por suerte, así sucedió.
Tras unas diecisiete horas, entre escalas y vuelos, llegue al nuevo aeropuerto de Estambul, posiblemente uno de los más modernos y grandes del continente, conjeturando que allí la situación restrictiva volviese a presentarse pero…sorpresa, nada de eso ocurrió. Un mínimo control en el ingreso, después el registro migratorio con el pasaporte, la salida del equipaje y listo, a caminar en dirección a “Exit” la última puerta, la portezuela de voluntad, el arco triunfal hacia un nuevo mundo.
Pasaron más de dos horas procurando ser atendido, finalmente, logré el objetivo no sin algún temor por si algún sello faltara sobre las copias, resoluciones y papeles que, morirían en cuanto atravesara la puerta del avión. Y por suerte, así sucedió.
Tras unas diecisiete horas, entre escalas y vuelos, llegue al nuevo aeropuerto de Estambul, posiblemente uno de los más modernos y grandes del continente, conjeturando que allí la situación restrictiva volviese a presentarse pero…sorpresa, nada de eso ocurrió. Un mínimo control en el ingreso, después el registro migratorio con el pasaporte, la salida del equipaje y listo, a caminar en dirección a “Exit” la última puerta, la portezuela de voluntad, el arco triunfal hacia un nuevo mundo.
Estambul desconocida, enigmática, multicultural, repleta de historias, me conmueve y amanecer frente al mar de Mármara con una taza de café turco, alimenta las ansias por salir a recorrer una ciudad fascinante.
Santa Sofía, la mezquita azul, la antigua cisterna, las murallas que me rodean mientras escribo esta primera nota del segundo viaje en pandemia, una desgracia para la humanidad que aquí, al menos, parece haber entrado en una etapa diferente, más relajada y que augura el comienzo de una vida normal. Ojalá sea así para el bien de todos.
Ahora, a disfrutar de una buena cena en Sultanahmet, con delicias gastronómicas reforzadas por sus dulces tan especiales a base de miel, higos, almíbar, masa filo, dátiles, pistachos y avellanas.
Alejandro Maruzzi
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